Es un alimento noble, pero necesita una correcta conservación, desde el momento posterior a la faena hasta la manipulación en la cocina.
La carne de pollo suele ser una de las más recomendadas por médicos y nutricionistas
para el consumo, ya que es fuente de proteínas (fundamentales para el
funcionamiento de todas las células del organismo), es baja en grasas
(desde un 3% en una pechuga magra sin piel) y aporta ácido fólico
(esencial en el embarazo, la lactancia y la adolescencia), zinc
(encargado de reponer tejidos dañados o desgatados), hierro y vitamina
B12 (importantes en la prevención de la anemia).
Sin embargo, pese a ser un alimento tan noble, es muy importante considerar la necesidad de una correcta conservación.
Una de las prácticas menos convenientes que se puede realizar en el proceso de “manufacturación” de los alimentos es modificar su estado más de la cuenta. Cuando uno congela, luego descongela, y nuevamente vuelve a congelar y descongelar para finalmente cocinarlo, está llevando al producto por distintos grados de temperatura. Es en estas variaciones donde se puede generar, por un lado, el crecimiento microbiológico que degrada las características del producto como el sabor, color y olor y, por otro lado, acelera la oxidación de las grasas cambiando su color y sabor. Por todo ello, es de vital importancia que se respete la cadena de frío del pollo, y así evitar la reproducción de bacterias y que se alteren sus características intrínsecas.
Es importante destacar algo que ocurre con gran parte de los pollos congelados en supermercados y los llamados “frescos”, que también previamente fueron congelados para llegar a la góndola. Estos son sometidos a un proceso de “congelación tradicional”, donde se generan cristales de hielo grandes y puntiagudos que termina rompiendo las paredes celulares y el pollo pierde proteínas, nutrientes, y fluidos al momento de descongelarse.
Varias marcas a nivel mundial han desarrollado una sofisticada tecnología de congelación rápida e individual, que es la más saludable y conveniente para la conservación de alimentos ya que, a diferencia de la congelación tradicional, evita que se rompan las paredes celulares que conforman los tejidos del pollo y permite una mejor conservación de todas sus proteínas y nutrientes. Al descongelar las presas no se presentan los derrames de fluidos celulares, lo cual garantiza que se mantengan la textura, valor nutritivo y sabor de origen.
En conclusión, es fundamental que el consumidor conozca la importancia que tiene el proceso de conservación del pollo, que implica respetar la cadena de frío desde el momento posterior a la faena (responsabilidad de las empresas criadoras y productoras), durante el traslado (empresas logísticas), los puntos de venta (supermercados, pollerías, etc.) y hasta llegar al momento de consumo en el hogar. Por ello, lo recomendable es comprar en lugares de confianza donde podamos constatar la trazabilidad del producto (información que figura en la etiqueta donde constan los datos de la granja productora) e, idealmente, que el pollo haya sido congelado de manera rápida e individual (en presas) para garantizar que esté en óptimas condiciones.
Fuentes: Clarin.com
Sin embargo, pese a ser un alimento tan noble, es muy importante considerar la necesidad de una correcta conservación.
Una de las prácticas menos convenientes que se puede realizar en el proceso de “manufacturación” de los alimentos es modificar su estado más de la cuenta. Cuando uno congela, luego descongela, y nuevamente vuelve a congelar y descongelar para finalmente cocinarlo, está llevando al producto por distintos grados de temperatura. Es en estas variaciones donde se puede generar, por un lado, el crecimiento microbiológico que degrada las características del producto como el sabor, color y olor y, por otro lado, acelera la oxidación de las grasas cambiando su color y sabor. Por todo ello, es de vital importancia que se respete la cadena de frío del pollo, y así evitar la reproducción de bacterias y que se alteren sus características intrínsecas.
Es importante destacar algo que ocurre con gran parte de los pollos congelados en supermercados y los llamados “frescos”, que también previamente fueron congelados para llegar a la góndola. Estos son sometidos a un proceso de “congelación tradicional”, donde se generan cristales de hielo grandes y puntiagudos que termina rompiendo las paredes celulares y el pollo pierde proteínas, nutrientes, y fluidos al momento de descongelarse.
Varias marcas a nivel mundial han desarrollado una sofisticada tecnología de congelación rápida e individual, que es la más saludable y conveniente para la conservación de alimentos ya que, a diferencia de la congelación tradicional, evita que se rompan las paredes celulares que conforman los tejidos del pollo y permite una mejor conservación de todas sus proteínas y nutrientes. Al descongelar las presas no se presentan los derrames de fluidos celulares, lo cual garantiza que se mantengan la textura, valor nutritivo y sabor de origen.
En conclusión, es fundamental que el consumidor conozca la importancia que tiene el proceso de conservación del pollo, que implica respetar la cadena de frío desde el momento posterior a la faena (responsabilidad de las empresas criadoras y productoras), durante el traslado (empresas logísticas), los puntos de venta (supermercados, pollerías, etc.) y hasta llegar al momento de consumo en el hogar. Por ello, lo recomendable es comprar en lugares de confianza donde podamos constatar la trazabilidad del producto (información que figura en la etiqueta donde constan los datos de la granja productora) e, idealmente, que el pollo haya sido congelado de manera rápida e individual (en presas) para garantizar que esté en óptimas condiciones.
Fuentes: Clarin.com
Muy interesante este post, tendré en cuenta las recomendaciones que nos das.
ResponderEliminarSaludos
El pollo es uno de los productos más consumidos a nivel mundial y creeme que es uno que más problemas dá a la hora de contagios y enfermedades ya sea por una mala manipulación o por una mala trazabilidad hasta que llega a nuestras mesas. Me alegra que te gusten este tipo de post, muchas gracias por tu comentario.
EliminarMuy interesante, lo malo es que a menudo recibimos poca y mala información sobre los alimentos y es difícil conocer cómo ha sido tratado el producto antes de llegar a nosostros.
ResponderEliminarPor eso, como dice en el post, es importante comprar los prodcutos frescos a vendedores de confianza, donde sepamos que el producto viene de un entorno donde ha sido tratado siguiendo la normativa legal vigente en el ambito de la industria agro-alimentaria. La mayoría de vendedores deben de tener la trazabilidad de cada producto que tienen a la venta ya sea expuesto para que todos lo puedan leer o disponible por si alguien quiere saber de donde viene un pescado, una carne o como en este caso el pollo. Un placer verte por aquí Alicia.
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